martes, 12 de agosto de 2008

Lo profundo en profundidad

Lo primero de todo, desmentir los rumores de que me he perdido en el bosque en un intento de escapar de mi prisión ermitaña. Los días cada vez se hacían más largos, pero yo tenía presente mi regreso en todo momento para suavizar mi angustia.

Si algo he aprendido en este viaje, es que el que escribió Heidi no tenía ni puta idea de lo que es estar atrapado en una montaña. Ni abuelito, ni mofletes colorados ni qué gustirrinín me da ahí abajo mientras corro por la pradera. Habría que ver donde se ha documentado el trastornado ese, pero me apuesto las pilas usadas del mando a distancia de la tele a que ese no ha salido de la ciudad y esas historias se las ha contado su abuela relatando sus buenos tiempos juveniles en la cena de Navidad. Normal que le parezca superexótico y maravilloso. Yo le abriría un expediente por crear falsas impresiones a la sociedad.

Para avisar a potenciales víctimas del aislamiento, tendría que hacer un manual de cómo pasar los ratos libres allí arriba. Había momentos tan desesperados que me ponía a barrer. Por cierto, es genial estar en la cocina y tirar las sobras por la ventana, abono para las plantas. La mejor sensación que he tenido en dos semanas ha sido comerme una pera. Tan dulce y carnosa que me alegró el día por completo (estoy hablando literalmente de una pera, de las que no da el olmo). Afortunadamente, por decir algo, la casa no ha llegado aún a su culminación, sobre todo el jardín tiene muchos arreglos pendientes. Esos eran mis mejores momentos: llevar piedras de un sitio a otro para hacer un caminito, alisar el terreno con pico y pala, ese sentimiento de me estoy dejando los riñones y no me pagan... era algo mas bien como - “Hijo, ¿Prefieres seguir estudiando o cavar un poco?” Mi interior sugería inmediatamente -¡¡¡Maaaanos a la obra!!! y efectivamente, ahí estaba yo de rodillas removiendo y buscando entre la tierra restos de la obra para que puedan crecer las plantitas de los cojones. Menuda delicadeza. Luego los de ciudad somos finos... de todas formas esos excesos físicos compensaban los excesos gastronómicos porque me he traído 2kg incorporados en estos días. Con los esfuerzos, algún gramo será de fibra. Se come muy bien pero además que lo de quedarse insaciado debe ser algo terrible para el asturiano medio. Todo tan abundante que incluso los sobres de azúcar contienen 10g en lugar de nuestros habituales 8.

Pero no os creáis que allí no saben divertirse. Justo se celebraba el descenso del Sella y lo de las barquitas esta muy curioso ahí todos expectantes a ver que tal se echan al agua. Ni que fuesen gatos. En fin, que el folclore daba rienda suelta a esa noche. Miles de personas acampadas por todas partes, a los lados de las carreteras, en los jardines de los vecindarios... cualquier superficie valía y todos ellos dispuestos a pasarlo bien y claro, mi escuadrón no iba a ser menos. Total, que nos encontramos en medio de la juerga máxima y aproximadamente a los 10 minutos nos damos cuenta de que no pintamos absolutamente nada. Menuda decepción, tanto tiempo esperando las fiestas para que el resumen de la noche sea “como han cambiado las cosas”, “esto no era así antes”...

Lo cierto es que estaba aquello un poco mal organizado, la gente en vez de ir al pueblo se quedaba por el camino en la oscuridad (no es como aquí, que tenemos farolas) y con un predominio de jóvenes de unos 25 años, sólo vi una pareja que parecían más desfasados que nosotros, señor y señora jubilados en su paseo de antes de ir a dormir. Mi escuadrón se sorprendía de que no hubiese nada de “entretenimiento”, como una típica banda tocando. Les informé de que actualmente, el entretenimiento viene embotellado pero ante su negativa a aceptar mi respuesta, les pregunté qué esperaban exactamente de la generación cuyo himno es “hemos venido a emborracharnos, el resultado nos da igual”. Ante una segunda negativa, les dejé descubrirlo por ellos mismos. Yo no soy fanático de ese tipo de diversiones, ni mucho menos, pero me sentía totalmente asqueado de estar de paseo con papi como cuando tenia diez años mientras todos estaban en su salsa.

Finalmente, el regreso fue como una escalera al cielo. Me quedaba yo en el hogar, al que a partir de ahora respetaré mucho más que cuando me consideraba nómada y me libraba temporalmente de Dad Vader, que se tomaba unas vacaciones. Pues mira, no, chico, no. Decide quedarse y mantener mi clausura pero encima con el calor que hace aquí y en un espacio reducidísimo. Además como ha renunciado a sus vacaciones, esta modo encabronado – on. Aprovecho para hacer especial mención a los dos mariquitas que esperaban mi regreso y lamento que nos dejen sin plan. La verdad es que después de toda una vida haciendo lo que me ha dado la gana, no se a qué viene esto... reconozco que la situación es ligeramente crítica pero aquí están sacando las cosas de quicio.

Para colmo llevo tres días sin poder dormir (encima la noche de hoy, sin agua) y empiezo a tener la cabeza en otro sitio. Fue divertido una noche allí en vela que de pronto veo una inmensa luz atravesando la ventana y barnizando todas las sombras y figuras deslumbrándome a las 4 de la mañana. Lo primero que pensé fue “¡¡¡Un OVNI!!!” (en serio lo pensé) pero mi decepción llegó cuando de un salto me asomé a ver que había ahí fuera y era un coche nada más. En mi ranking de sucesos probables, tenía mejor puesto la invasión alienígena que algún desorientado por esos parajes.

Eso es todo por ahora, seguiré luchando como el pez que nada contracorriente y muere electrocutado.