martes, 22 de julio de 2008

Locus Amoenus

Ahora mismo y desde hace tres días, me encuentro en un habitáculo de unos ocho generosos metros cuadrados equipados con una cama, conjunto de silla y mesa sin barnizar (lo cual produce una desagradable y antiestética erosión en la piel) y una ventana con vistas a un sinfín de árboles, montañas, caballos, nubes, piedras, montes recubiertos de una espesa capa de vegetación verdosa… además de diminutos y molestos insectos. Yo añado mis efectos personales, una maleta llena de ropa que no ha visto la luz y unos 20kg de papel que acumulan la sabiduría que debo absorber.
Esta es la causa de mi circunstancia. Mi fracaso académico requiere una solución drástica y mi padre ha recomendado (sin ofrecer alternativa, eso también es cierto) despojarme de mis queridas posesiones y entorno personal (lo que cualquier otra persona llamaría amigos, pero últimamente no estoy seguro de que sea el término adecuado para mis relaciones sociales) enclaustrándome en un ambiente ideal para el estudio: La nada.
Por ello, pusimos rumbo a su casa de Asturias. Yo pensaba que iba a sufrir toda su ira hacia el mundo materializada en mi incompetencia como estudiante, pero pronto me di cuenta de que quizás era cierto que el campo elimina el estrés, armoniza el alma y todos esos milagros que hace la madre naturaleza. Personalmente no entiendo mucho de esos flujos de energía de Gaia, soy más de los deshumanizados autómatas urbanos.
Para el camino, hice una cuidadosa selección de música que por supuesto no incluía ninguna canción heavy. Todas eran canciones felices y tranquilas (en cuanto mi colección lo permite). Lamentablemente, solo disponía de un CD, tuve que condensar en unas 18 canciones todo lo necesario para el trayecto. Empecé con Rock alternativo animado y suave de la última década, con una transición al pasado remoto y olvidado separado por “Tranquilize” de The Killers con Lou Reed. ¿Qué mejor canción para apelmazar el pasado con el presente que una canción que tiene ambos elementos? Además, este tema particularmente me parece estremecedor y conociendo a mi padre, supuse que le encantaría como otras canciones que le gusta escuchar una y otra vez sin parar. Sin embargo, no me pude imaginar que la pasaría de largo y se fijaría en “Twist in my Sobriety”. Me gusta esa canción, pero si de por sí se hacen largos sus casi cinco minutos, saborearlos una y otra vez es desesperante. Lamentablemente, era la única canción que le resultaba familiar del disco y no quería perder esa vieja sensación de sus oídos. Yo intenté desviarle diciéndole “¿y has oído alguna vez esta canción?” contándole la historia de todas. Él tenía una razón para desechar cada una de ellas. Resulta que una de las cantantes de Heart tiene voz de rata en “Crazy on you”, “The hand that feeds” de NIN es heavy metal (luego con media sonrisa, reconoció que no), En “Bang, bang” canta Nancy Sinatra, que su único mérito fue aprovechar la grandeza de su padre, además que según él, “Bang, Bang” la cantó Cher originalmente y, por cierto, mucho mejor. Diría que en caso de existir, Cher sería quien versionó el tema y dudo que con mejor resultado. Aunque mi primera apuesta sería que todo forma parte de su imaginación. En cualquier caso, lo tengo pendiente de comprobación. Sin ánimo de dilatarme con este asunto, pasamos ratos hablando de una y otra canción, el intentando escuchar de nuevo la misma canción y yo pasándola de largo.
Adentrándonos finalmente en Asturias yo veía con cierta frecuencia cartelitos indicativos de que nos encontrábamos en no-se-que pueblo y acto seguido el correspondiente con una diagonal roja que casi nos dejaba nostálgicos de haber finalizado nuestra visita.
Tras pasar varios así, le pregunté a mi padre si todos esos pueblos tendrían su correspondiente Alcalde. Efectivamente, siempre tengo presente mis planes de conquistar el mundo, aunque sea con un comienzo tan humilde como ese. Ya lo tenía todo planeado, lo primero que haría sería dotar al pueblo de una oficina de turismo de la que me encargaría personalmente. La visita sería algo como “muy bien, tienen una casa a la izquierda y otra a la derecha. No hace falta que miren adelante ni detrás porque no hay nada”. De hecho, diría que el mayor atractivo turístico es la oficina de turismo en sí misma. La construiría con elegancia campestre, suelo de madera crujiente y cuidaría minuciosamente su decorado interior, por no hablar de lo gratificante que resultaría mi compañía a los visitantes. Contaría historias sobre las brujas que escaparon de Galicia y se refugiaron en esas tierras, a las que por supuesto, pertenecía mi familia desde hace generaciones (sin especificar si me refiero a las tierras o a las brujas, la clave es el misterio). Esto lo haría señalando un elaborado árbol genealógico colgado en la pared detrás del mostrador.
Mi padre frustró mis planes contestándome que todas esas aldeas formaban no se qué agrupación. Vamos que nada de alcalde. Era previsible, porque ninguna de las dos o tres casas parecían ayuntamientos. Lo que pasa es que uno empieza a imaginar y no repara en detalles.
Una vez aquí pues… lo cierto es que la casa estaba aún en una versión muy 1.0 pero poco a poco y con toda la gente que al final se ha juntado bajo este techo poniendo su granito de arena, va tomando forma. La plantilla estaba formada por servidor, mi padre, su respectiva junto a hermana con hija y una familia de padre, madre e hijo de cuatro años que conoció la novia de mi padre mucho tiempo atrás y se consideran mutuamente familia. Haciendo recuento, ocho personas en un nidito de fines de semana para una pareja de ciudad. Es gracioso escapar de la ciudad para no tener atascos y encontrarte con que tienes que pedir permiso para cruzar el pasillo. En cualquier caso, yo no estoy acostumbrado a comidas con un índice tan alto de participación y sinceramente, me agobia un poco. Se me ocurrió preguntar que qué había de comer y me respondieron que fabada (sorprendente) y mi padre añadió que la fabada esta buena como haciendo presagio de si yo tenía alguna intención de poner impedimentos. Yo respondí con toda naturalidad y sin ninguna malicia que eso dependía de la fabada. Recibí represión verbal por parte de su novia, que me habló de los esfuerzos de su amiga en preparar la comida para todos y que no importaba si estaba buena o no, a pesar de que por lo visto era su especialidad, susceptible de que puntualmente un día podría salir ligeramente peor. No sé muy bien por qué, lo único que se me ocurrió decir fue “¿Entonces no estás de acuerdo en que la fabada está buena o mala dependiendo de la fabada?” En ese momento comprendí que las influencias de Gaia no se repartían por todos los seres equitativamente o al menos no reducía a todos los individuos al mismo nivel. El caso es que obtuve la primera posición de su lista negra del día, en mi opinión, inmerecidamente.
Al día siguiente, a la hora de comer y sin la presencia de los amigos-familiares que habían regresado a su hogar, nos dirigíamos en el coche a comer a un sitio que está a unos 20 km de aquí. En este trayecto y en la comida, la nueva sobrina de mi padre, hizo su actuación estrella.
Antes de nada, permitidme introducir algunos datos sobre ella. Es una niña de unos 12 o 13 años, culta e inteligente. La mezcla de unos progenitores matemático e historiadora, respectivamente. Educada en la filosofía de “ella sabe las consecuencias, a si que haga lo que quiera” de la cual yo soy muy partidario pero creo que en vista de los resultados, el método aplicado por sus padres y el que aplicaría yo no son tan convergentes como la conclusión. La niña es silenciosa, se mueve con cautela y no hace excesivas muestras de alegría. Se dedica principalmente a leer, se despierta a las 8 de la mañana y lee, después de comer lee y antes de dormir, lee. En resumen, antes de leer, lee y después de leer, imagínatelo. Lleva siempre encima la trilogía de “Memorias de Idhún” que dice haber leído más de diez veces. Esto me lo dijo cuando al verla de nuevo con esos libros le pregunte si no lo había leído ya. Ella me explicó que efectivamente, pero que se lo leía de nuevo porque le duraban poco. Sugerí leer otro libro distinto una vez leído uno, pero insistió en que le duraban poco, como diciendo que no tenía más libros. Entonces yo le comenté el funcionamiento de las bibliotecas, que ella dijo conocer y que le gustaba tener los libros que leía, por lo que el préstamo no era adecuado a sus necesidades. Yo tenía entendido que las personas a partir de un nivel mínimo de inteligencia, aborrecían los actos repetitivos. Cada vez que intento establecer criterios generales para los hombres, alguien intenta sabotear mis hipótesis. Como aquella de que a los niños les gusta el Parque de Atracciones, porque una vez que iba a ir con mi prima le ofrecí acompañarnos y rechazo mi invitación porque, por lo visto, en el Parque de Atracciones hay muchos niños y eso no era de su agrado.
Dicho esto, volvamos al coche, al encuentro de nuestra comida, los cuatro escuchábamos la opinión de la criatura: “porque yo no entiendo por qué tenemos que ir tan lejos a comer, también hay restaurantes por aquí y no tenemos que ir en coche”, preguntaba “cuánto falta” y le respondían “cinco minutos menos que la última vez que preguntaste que cuánto queda”, entonces ella replicaba indignada “yo no he preguntado cuánto queda, he preguntado cuánto falta”. No pregunte cuál era la sustancial diferencia para no delatar mi ignorancia en el asunto. Comentaba sus crecientes dolores de cabeza, cosa que parecía intentar compartir con el resto. Su comportamiento me sorprendió para la idea que me había hecho yo de la habitualmente silenciosa niña, pero no me extrañó porque al fin y al cabo, es una niña. Sin embargo, una vez en nuestro destino, comentando el día anterior, la niña se quejó de que el pequeño de cuatro años no paraba de moverse, se le caían las cosas al suelo y todas esas cosas que asociamos a los proyectos de hombrecitos. No comprendo como ella se quejaba del pobre crío, cómo no se daba cuenta de que además de ser mil veces más molesta es para colmo infantilmente pedante. Por no hablar de que uno no se espera de una señorita educada que coja la comida, la pruebe, ponga cara de asco y la devuelva a su plato de origen. Aunque a lo que a comidas se refiere, ha mejorado, porque la última vez, celebrando el cumpleaños de su abuela se alimentaba de las palabras del libro que, como ya he dicho, no se separa. Los intentos de ofrecerle comida o arrancarle participación en la conversación, le suponían una grave interrupción en su lectura. Dios eligió bien dejándome el papel de niño pequeño en mi familia.
A media tarde paseamos felizmente por el pueblo y decidimos parar a merendar algo. Surgió la única conversación en la que me involucré activamente sin contar la vez que intenté explicar el funcionamiento de la TDT sin éxito. Todo empezó con un comentario que le hice a mi padre mientras paseábamos sobre el tono rojizo de los adoquines de la iglesia, cosa que yo nunca había visto en una iglesia católica, sin contar las modernas fabricadas con ladrillo industrial. Esta tampoco debía tener mucho tiempo porque estaba cementada y con los adoquines recortados al mismo tamaño. Mi padre no compartía la rareza que me produjo el tono rojo y por ello lo puse en común a ver de qué color había visto cada cual las iglesias católicas. Yo no tengo mucha idea del tema, pero la hermana de la novia de mi padre, antes citada historiadora, estaba de acuerdo en que de ese tono era inusual. Lo divertido es que la conversación degeneró en las variantes de la religión, con la aportación de la experiencia de la hermana de haber vivido en Alemania y de cómo ellos decidían activamente su religión porque se enfrentaban a la decisión de católico contra protestante. Yo no estaba de acuerdo, ya que como ella misma comentó en las ciudades predomina una confesión dependiendo de lo que el noble de turno decidió en su momento y también supuse que si los padres son de una confesión, por lo general los hijos confirmarían. Como aquí el absurdo de izquierdas y derechas. También aprendí que los calvinistas creen en la predestinación. Dios te elige para ser bueno o malo y punto, en vez de la elección de hacer el bien del catolicismo. A mí este enfoque, me sorprende que tenga seguidores porque para mí sería creer en un Dios que te ha condenado a ser un hijo de puta. Además de lo hipócrita que resulta estar más preocupado de aparentar que haces el bien y ocultar que de hacer lo correcto a pesar de los errores y una cuestión de exterior en vez de algo personal e introspectivo. Ellos por lo visto lo ven como una demostración constante del bien… Mi padre sólo repetía que los impuros a la hoguera y fin de la historia.
Luego recordamos el caso de Clinton, que por lo visto cometió un delito menor al haber practicado únicamente sexo oral con su secretaria (a pesar de que yo tenía entendido que el sexo oral era impuro, la penetración es algo mucho peor extramatrimonialmente). Ha quedado claro, de mayor a menor culpa: penetración en otra alcoba y después sexo oral independientemente de con quién ni dónde. Luego algo de la incorporación de mujeres curas y curas homosexuales, cosa que no comprendo porque teóricamente los curas no tienen que preocuparse de ese tema. Quizás les den habitaciones individuales o les meten en conventos con las monjas. No sé, yo cada vez veo más ventajas a los homosexuales.
Hablamos de que si el objetivo de la cárcel era pagar una deuda social o una oportunidad de redimirte, etc. Interesante pero ahora mismo, sin más relevancia.
Centrándonos de mi, que creo que me estoy dedicando poco protagonismo, lo cierto es que se está bien aquí, pero no más de tres días porque ahora cada vez que veo una televisión o algo me quedo embobado pensando con voz de E.T. “tecnología” y estoy demasiado aislado. En los ratos que descanso de estudiar no se qué hacer y doy vueltas en círculos por la casa como una paloma en el parque. Si me quedase un par de días más, seguro que me daba de chocazos con la pared. Mi padre me dijo que aquí dos semanas y yo le he conteste “¿Has visto El Resplandor?” ignoró mi intención diciendo que si quería ponerla que la pusiese.
Anoche para colmo no pude dormir y me pase hasta las cinco de la mañana viendo una y otra vez Eraserhead, lo cual, no ayuda, pero es la única película que tengo aquí.
Son curiosas las cosas que haces cuando te sacan de tus hábitos. Ahora cazo mejor las moscas que el de Karate Kid, que por cierto me he fijado que rodean los ojos de los caballos, tengo que investigar por qué. Por cierto, los caballos no son tontos, se ponen dos paralelos mirando en sentido contrario y se dan coletazos, aunque no sabría decir si es más o menos molesto que las moscas. También cómo están hechas las telas de araña exactamente porque tienen una resistencia a las altas temperaturas y a la tensión admirable. Lo desproporcionado de las heces de caracol…
Es divertido ver como mi padre verifica experimentalmente que el mejor ejemplo de cosas que no se olvidan en la vida es montar en bicicleta o hace esfuerzos inútiles cortando hierbajos en la parcela o limpiando el exterior de la casa, porque cuando volvamos estará hecho un desastre de nuevo, pero a él le gusta y eso es lo importante.
Creo que eso es todo y si no lo es me da igual porque ya me he cansado.