sábado, 27 de noviembre de 2010

Thanksgiving? De nada, Asshole!

La verdad es que tenia intención de escribir sobre mis aventuras por aquí y tal para que la gente estuviese informada... pero por alguna razón, nunca me ha apetecido hasta ahora. De hecho, he llegado a la conclusión, quizás demasiado evidente, de que solo tengo ganas de escribir cuando estoy de mala hostia, cosa que no me ha pasado últimamente.

La cuestión es que tengo una paciencia infinita, en serio. Si me diesen un céntimo por cada vez que me gustaría estrangular a alguien y que se le saliesen los ojos disparados... no se si me haría rico, pero viviría bastante bien. Sin embargo, tengo la costumbre de sonreír como un idiota y refugiarme en mi cueva mental de lo profundamente estúpida que es el 80% de la población de este hermoso planeta.

Digamos que hoy ha sido un día ajetreado desde el principio y yo no estoy preparado para problemas familiares de la vida cotidiana, pero eso es lo de menos, solo me ha estresado un poquito por la mañana.

Hoy había sido invitado muy amablemente por la madre de una amiga de mi pequeña prima (hasta aquí el culebrón de hoy) a una cena de Acción de Gracias que celebraban unos amigos suyos. Si, son medio alemanes medio americanos, pero como comprenderéis mas adelante, no me he quedado suficiente tiempo como para averiguar por qué.

Mi tía estaba entusiasmada con la idea, puesto que ella no termina de comprender mi extraña naturaleza solitaria y quería que conociese gente. Yo sabia que la probabilidad de fracaso era realmente elevada, pero bueno, esto es como cuando vas de viaje a China y te dan a comer saltamontes, hay que probar, ¿no?

Total, que yo, buena persona a mas no poder, compré unos bombones para la madre y llevé unas botellas de coca cola que me habían dicho que llevase, como mi aportación a la fiesta. Yo pensaba que era un poco cutre, la verdad, pero en estos casos, solo hago lo que me dicen, lamentablemente.

Mi tío me acompaño a la casa de la madre y una vez allí fueron unos minutos graciosos, la verdad. La casa estaba hecha un desastre, todo tirado por el medio. Me dice que me siente en una silla de la cocina con sus escasos conocimientos de inglés. Yo lo hago cuidadosamente, para no tirar ningún zarrio de esos que hay por doquier. Le doy mi regalo y ella agradece sonriendo. Sigue preparándose para salir y yo aprovecho para examinar un poco mas el lugar... una cesta con chocolatinas en el suelo, una maquina de picar carne asquerosa, ella abre la nevera y lo que queda de mi pobre olfato llora transmitiéndome el olor a putrefacción, la bitrocerámica llena de cacharros con comida preparada que no se la comerían ni los de Jackass... en ese momento mi mente se bloquea.

Nos vamos a la fiesta. Entramos. Un piso que podría perfectamente haber sido diseñado por la estúpida esa que teníamos de ministra de vivienda. La madre busca desesperadamente y con poco éxito a los anfitriones y yo voy diciendo “hallo” a la gente con la que me cruzo, mas de 30 personas había, por cierto.

Me presentan al americano que me enseña la casa y me dice donde están las cosas de buen rollo. El pavo en una bandeja en el suelo, el microondas funciona así... bla bla bla. Total que luego me lleva con sus amigos. 16 años. Supongo que hay una buena razón por la que los niños quieren dejar de serlo y crecer, pero os juro que aún hay una razón mucho mas importante para superar la adolescencia: la supervivencia. No creo que ningún individuo existente o por existir, en este planeta o cualquier otro pudiese soportar ese estado sin ayuda profesional. De hecho, aunque los alemanes son correctos, educados y discretos, por lo que veo en las calles y el metro, los chavales son terriblemente anormales.

Terminado el tour de rigor, nos quedamos en “grupo”. Por “grupo” me refiero a que ellos hablan de sus gilipolleces en alemán mientras yo me quedo de brazos cruzados como si fuese ¾ de columna. Después de contar hasta 1000, voy a por un vaso de mi coca cola y al volver me encuentro con que la puerta que siempre había estado abierta, ahora esta cerrada. Muy sutiles, pequeños bastardos.

Me quedo por ahí deambulando como un fantasma corpóreo y me doy el tiempo necesario para que no parezca que he salido corriendo de la casa. Dicho esto, me planteo rescatar lo que queda de mis botellas de cocacola o considerarlas perdidas en batalla. Al final pienso que la excusa de ser español y tener otras costumbres no es buena idea y las doy por muertas. De hecho, me ha resultado un gran sacrificio porque eran de Vainilla y Cereza. Además, los alemanes tienen un sistema curioso por el cual te cobran un suplemento cada vez que compras una botella y te lo devuelven cuando les llevas la botella vacía. Vamos, que me ha salido cara la broma.

Le comunico a la madre que me LARGO DE AHI DE UNA PUTA VEZ PORQUE YA ESTOY HASTA LA POLLA DE SOPORTAR A SEMEJANTES IMBECILES que traducido es “Im sorry, but I have to go”. Ella comprensiva, me pone cara triste como que le da pena que no haya salido bien el asunto y yo sonrío, porque aunque yo pensaba “qué coño pensabas que iba a pasar?” ella tuvo buena voluntad. Pero es que claro, cuando tu invitas a alguien en estas circunstancias, es porque además de invitarte, van a ser un poco hospitalarios y se van a preocupar un poco de resultar agradables. Pero no. De hecho, ni los adultos se molestaron en preguntarme un poco que tal o que coño hago aquí o alguna chorrada que se la iba a sudar completamente, pero habrían quedado minimamente bien. Solo me vino una en plan “Yo hablo español: Hola-que-tal?”

Lo odio. La verdad es que deberíamos todos reflexionar un poco sobre el tema a nivel internacional. Es decir, tú vas con tu inglés más que decente por ahí y a nada que yo qué se, no entiendas una cosa o te equivoques a decir algo, ya te ponen cara de “Dios mio, estoy hablando con un extraterrestre” y el resto se piensa que por decir Hola-que-tal como una maquina de billetes de metro estropeada merecen un jodido diploma. Eso por no hablar de cuando digo que no hablo alemán...

Total, que me dispongo a salir y resulta que los chavales estos también se van a dar un paseo. A tomar por culo, ahí es donde deberían irse realmente. Entonces, bajamos en el ascensor y están hablando y que jajaja blabla (alemán) auslander blablala (alemán) jajaja. Claro, que yo alemán no hablo, pero auslander resulta que significa extranjero y el jajaja es internacional, aunque estos chavales en concreto parezcan retrasados cuando lo practican.

Al final, el americano se disculpó muy correctamente y nos despedimos. Si, la verdad es que el chico no era mala gente, solo que también tenia que estar un poco con sus amigos antiauslanders.

No se, realmente me ofendería si no fuese como soy, pero lo peor de todo es que cuando estaba volviendo a casa solo pensaba “es que tendría que volver y llevarme mis botellas de cocacola”. Los que ya me conocéis, os habréis hecho una idea erróna, porque de verdad que intento ser simpático pero...

Balance de daños:

Pérdidas: 1 Litro de CocaCola Vainilla, 1 Litro de CocaCola Cherry. Botellas inclusive.
Ganancias: 1 Buen cabreo.

Se despide, el hombre de teflón.